Guerra comercial o teatro global.



En el circo geopolítico moderno, la guerra comercial entre China y Estados Unidos es presentada como un conflicto de intereses económicos. Pero, ¿y si esta guerra no fuera más que una distracción coreografiada por las élites para mantenernos atrapados en una ilusión de polarización? ¿Y si ambos lados del tablero fueran parte del mismo juego de control?

La narrativa oficial nos habla de aranceles, tecnologías restringidas, espionaje industrial. Pero detrás de ese telón, se gesta una reconfiguración del poder global, donde la verdadera disputa no es entre naciones, sino entre pueblos y estructuras supranacionales de control.

China y EE.UU. no solo compiten por mercados, compiten por controlar la columna vertebral del mundo moderno: la tecnología. Inteligencia artificial, 5G, microchips, plataformas digitales… Cada avance no es una conquista para la humanidad, sino una herramienta más en manos de quienes desean moldear el comportamiento de las masas, vigilar, segmentar, manipular.

Huawei y TikTok, Google y Meta, no son simples empresas; son brazos extendidos de agendas más profundas. Tanto oriente como occidente han entendido que el control de la mente es más eficaz que el de la fuerza. La censura, la vigilancia, la polarización algorítmica, forman parte del mismo mecanismo: reducir al ser humano a una variable predecible dentro del sistema.

Creer que China y EE.UU. están realmente enfrentados es como creer que en un ring de lucha libre los contrincantes no han ensayado los golpes. ¿Quién gana con este espectáculo? No los pueblos. No el trabajador estadounidense. No el campesino chino. Ganan los fondos de inversión, las corporaciones transnacionales y los grupos que se benefician del miedo, la división y la dependencia tecnológica. 

Nos quieren distraídos, divididos, temerosos. Porque mientras peleamos por ideologías, fronteras o banderas, ellos avanzan sus fichas en silencio: redefinen monedas, modifican constituciones, imponen nuevos modelos educativos y tecnológico sin que nadie mire.


Despertar y cuestionar ya no es suficiente. La humanidad debe desconectarse del relato oficial y rconectar con lo humano, lo real, lo analógico. La verdadera guerra no es comercial: es espiritual, es cultural, es por nuestra conciencia, por la capacidad de pensar por sí mismos.

Sea China o sea EEUU el líder del planeta, continuaremos en el mismo bucle de siempre. Al final de cuentas seguirán usando al ser humano como un peón, como una ficha más en un juego de ajedrez donde solo mueren los de rango más bajo. Las élites políticas y económicas seguirán intactas porque saben que mientras los de abajo tengan pan y circo para entretenerse, los de arriba vivirán sus vidas como siempre lo han hecho: a costa de todos nosotros.

¿Lo seguiremos permitiendo?

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