La contradicción de las élites: predican austeridad, practican abundancia
Durante décadas hemos visto cómo las élites globales dictan normas, recomendaciones y hasta “mandamientos” para la humanidad, siempre desde un pedestal moralista que jamás cumplen ellos mismos. Sus discursos se presentan como verdades absolutas, como recetas para “salvar el planeta”, cuando en realidad parecen estrategias diseñadas para controlar, limitar y someter a la mayoría.
El caso más evidente es el del cambio climático. Nos bombardean con la idea de que el nivel del mar aumentará, que millones de personas perderán sus hogares y que las costas serán escenarios de catástrofe. Sin embargo, los mismos que promueven este relato compran mansiones multimillonarias frente al mar. ¿Qué saben ellos que no cuentan al público? ¿Por qué su estilo de vida contradice sus discursos apocalípticos?
Otro ejemplo es el de la contaminación ambiental. Se criminaliza al ciudadano común por usar su carro o tomar un bus, mientras los poderosos disfrutan de aviones privados, yates y colecciones de autos de lujo. Para ellos no existen restricciones, impuestos verdes ni penalizaciones; esas cargas están reservadas únicamente para la clase media y baja, que debe cargar con la culpa de “destruir el planeta”.
La contradicción también llega al alimento humano. Hoy se nos insiste en que comer carne es insostenible, que debemos sustituir la proteína animal por insectos, algas y vegetales transgénicos. Pero los menús de las élites no tienen grillos ni cucarachas; sus mesas se llenan de carne de primera calidad, caviar, vinos exclusivos y todo aquello que dicen que los demás deberíamos abandonar.
Estas paradojas no son casuales. Son parte de un doble discurso diseñado para marcar una división radical entre “ellos” y “nosotros”. A la población se le adoctrina con miedo, sacrificio y resignación; a la élite se le reserva el goce, la abundancia y el poder.
La pregunta que deberíamos hacernos no es si estas contradicciones son reales —porque saltan a la vista— sino para qué sirven. ¿Se trata de un mecanismo de ingeniería social para acostumbrarnos a menos, mientras ellos se reservan el privilegio de más? ¿O estamos frente a una estrategia de control psicológico en la que las masas acepten vivir limitadas, mientras el 1% disfruta sin reglas?
La Matrix no se mantiene por la fuerza bruta, sino por la manipulación de la percepción. Y las contradicciones de las élites son una pieza clave en este teatro.
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