Trump, QAnon y la verdadera agenda sionista
Mientras millones de seguidores de Donald Trump siguen atrapados en la narrativa delirante de QAnon —donde su líder libra una “guerra espiritual” para salvar al planeta de alienígenas y redes globales de pedofilia en bases subterráneas— la realidad, como siempre, va por otro camino.
Trump sabe que este tipo de historietas sirven como sedante para las masas fanáticas a él. Son eficaces para mantener la lealtad ciega de quienes creen que es un enviado divino, un nuevo Mesías que pelea contra las sombras del Estado profundo. Pero mientras el espectáculo continúa, las decisiones reales que afectan geopolíticamente al planeta se toman en nombre de otros intereses muy distintos.
El reciente bombardeo a bases iraníes no fue un acto aislado ni motivado por razones humanitarias. Fue una jugada clara, estratégica, y alineada con los intereses de Israel. Trump no está luchando por “América primero”, como repite su propaganda. Está cumpliendo con el rol que le fue asignado: consolidar la supremacía israelí en Medio Oriente, aún si eso implica escalar conflictos que amenacen la estabilidad mundial y la de su propio país.
Esto no es nuevo. Ya durante su primer mandato dejó huellas evidentes de su sometimiento político: trasladó la embajada de EE. UU. a Jerusalén, legitimó asentamientos ilegales y fortaleció como nunca la narrativa del sionismo mesiánico. Todo mientras su base de fanáticos —encantada con la mitología QAnon— lo glorifica sin ver que ha sido utilizado como un caballo de Troya.
Trump no está salvando a nadie. Está cumpliendo con su misión: apuntalar un nuevo orden donde Israel no solo es intocable, sino el epicentro del poder político, económico y religioso. Y mientras sus seguidores miran al cielo esperando ovnis, o al piso esperando como se liberan niños víctimas de abusos por parte de Hollywood, el verdadero plan se ejecuta bajo sus narices.
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