Petro en la ONU: Entre la utopía, la denuncia y el choque frontal con el poder
Por Mulder Criollo Opina
El auditorio de Naciones Unidas se convirtió en escenario de un discurso que difícilmente pasará desapercibido. Gustavo Petro, presidente de Colombia, llegó con un libreto que mezcló poesía, acusaciones y un llamado a transformar el orden internacional. Habló de cambio climático, de justicia social, de paz, pero también se atrevió a señalar con nombre propio a dos figuras que concentran el poder y la polémica en el tablero global: Donald Trump y Benjamín Netanyahu.
El mandatario colombiano, fiel a su estilo, no se limitó a vagas generalidades. Fue directo, incómodo, incluso desafiante. Sobre Trump, afirmó con tono de acusador:
> “Debe abrirse proceso penal contra esos funcionarios de EE. UU. así se incluya al funcionario mayor que dio la orden: el presidente Donald Trump.”
Y fue más allá, al calificarlo de cómplice en la tragedia palestina:
> “Trump es cómplice del genocidio en Gaza.”
No se detuvo allí. Con una carga moral, lo despojó del disfraz de líder mundial para retratarlo como portador de muerte:
> “Trump no habla de vida, solo amenaza, mata y deja matar a decenas de miles.”
En cuanto a Netanyahu, el dardo fue aún más lapidario. Petro lo llamó, sin rodeos, “genocida”, exigiendo a la comunidad internacional dejar la retórica tibia y actuar frente al desastre en Gaza.
El discurso, aunque adornado de ideales y aspiraciones globales, se mueve entre la utopía y la denuncia. Petro habló de un nuevo orden internacional que deje atrás la desigualdad, de la urgencia de una transición hacia energías limpias, y de la necesidad de apostar por la vida frente a la barbarie. Sin embargo, la gran pregunta persiste: ¿qué tanto de estas palabras se traducirá en hechos concretos?
En un mundo donde las élites hablan de salvar el planeta mientras firman contratos petroleros y compran mansiones en la playa, los discursos pueden sonar como un eco en el vacío. Petro nos obliga a mirarnos en el espejo: ¿seremos parte del cambio o seguiremos siendo espectadores pasivos de un sistema que perpetúa la injusticia?
Su intervención en la ONU fue un grito, pero también una provocación. Señalar a Trump y a Netanyahu en el epicentro diplomático es desafiar directamente al orden establecido. Para unos, un acto de valentía; para otros, una jugada peligrosa. Lo cierto es que el eco de esas palabras seguirá resonando mucho después de apagados los micrófonos.
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